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La meditación se ha vuelto algo universal. Gracias a todos los estudios científicos acerca de ella y a su occidentalización, hoy en día se habla del mindfulness y de esta práctica en casi todas las áreas: los negocios, la educación, la salud, el desarrollo personal. Y aunque esto es algo muy positivo, pues en muchos casos creo que corre el riesgo de ser trivializada (sin contar todos los mitos y creencias sociales que hay por allí rondando).

Hoy quiero desmitificar 5 premisas y brindarte un conocimiento sencillo y más sincero de lo que -en realidad- es la meditación. 

1. No necesitas poner tu mente en blanco

Este es el mito más común acerca de la meditación. Incluso, es uno de los motivos por los cuales mucha gente abandona o, incluso, no se atreven a probar la meditación. 

“Mi mente está siempre demasiado ocupada y para mí es imposible ponerla en blanco”. 

No estás solo. ¡Yo tampoco lo logro!

Tenemos 70.000 pensamientos aleatorios al día. Así funciona nuestra mente. Incluso la mente de los monjes que dedican muchas horas al día a meditar. 

La meditación no se trata de eliminar esos pensamientos, sino de ser capaz de reconocerlos, hacerlos parte de tu práctica de meditación y cambiar tu relación hacia ellos. 

Cuando medites, tus pensamientos llegarán. Obsérvalos, reconócelos, suéltalos y vuelve a tu foco de atención. 

PD: No hagas de tu mente o de tus pensamientos tu enemigo. Más bien agradece que tienes una mente que puede pensar, razonar e imaginar 🙂

2. La meditación NO te hará sentir bien

No meditamos para sentirnos bien o para crear mágicamente emociones positivas. Meditamos para encontrarnos con el momento presente. 

Esa es la base fundamental de la meditación. Y mientras más profundicemos en nuestra práctica, más capaces seremos de sostener ese presente -independientemente de cómo sea-. 

Meditar es saber reconocer qué está aquí con curiosidad y no reaccionar ante eso o juzgarlo. 

Lo más bonito de esto es que, eventualmente, esa capacidad de saber estar en el presente nos hará sentir bien.

3. No tienes que enfocarte únicamente en tu respiración

La respiración es uno de los focos de atención más usados en la meditación. Sin embargo, no es el único. 

Si decidimos usar una atención enfocada, podemos elegir como foco las sensaciones del cuerpo, un sonido, un mantra o el ambiente que nos rodea. 

También existe una atención de la que pocos hablan: la atención abierta. Se trata de ampliar nuestro foco de atención y abrirnos a percibir nuestra experiencia. Es como hacer zoom out y convertirnos en los espectadores de nuestro presente.

4. No necesitas meditar sentado con las piernas cruzadas

Si te digo la palabra meditación, probablemente a tu mente venga una idea muy clara (y común) de una persona sentada con las piernas cruzadas, la espalda alargada, los ojos cerrados y mas manos apoyadas sobre las piernas. 

Y aunque esa imagen es correcta, pues no es la única postura en la que podemos meditar. 

Si decidimos meditar sentados podemos hacerlo en el suelo, en una silla, en un sofá o en un cojín de meditación. No necesitamos cruzar las piernas. (Esto sería algo demasiado excluyente, pues hay muchas personas que no pueden sostener esa posición). 

También puedes meditar acostado, parado o incluso caminando. Y no necesitas tener los ojos cerrados. 

La idea es adoptar una postura cómoda que se parezca a ti, que se sienta bien y acogedora para poder dedicarnos a meditar. 

5. La meditación cambia tu cerebro

Sara Lazar, una neurólogo de la universidad de Harvard, realizó un estudio durante 8 semanas en las que los voluntarios meditaron por 45 minutos todos los días. Les hicieron resonancias magnéticas del cerebro antes, durante y después del estudio y encontraron cambios significativos en el cerebro:

La amígdala, el lugar en donde se produce el estrés y el miedo, se redujo de tamaño, mientras que, el hipocampo izquierdo (encargado del aprendizaje y regulación de emociones), la corteza prefontal (encargada de la memoria y la toma de decisiones) y la unión temporoparietal (encargada de la perspectiva en el tiempo, la empatía y la compasión) aumentaron de tamaño. 

Todo esto es gracias a la neuroplasticidad: la capacidad de nuestro cerebro de modificarse. Así que, con una práctica constante de meditación podremos regular mejor nuestro estrés, mejoraremos nuestra memoria y aprendizaje y serán más naturales para nosotros la empatía y la compasión. 

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